Recorro la casa
de un lado a otro.
Echo pedazos el intento de huir,
como niño perdido, a otros lugares.
Mi madre dice que busque un lugar fijo,
que deje de deambular.
Sin embargo,
yo cruzo mi interior otra vez
intentando salir de una telaraña.
Se me hace difícil edificar la página del tiempo.
Aunque pretenda deshacer la ansiedad,
pido helados
para calmar la brújula
que conduzca al cielo.
Soy yo
quien a cada intento
neutraliza los nervios para soñar,
y vivo, vivo a plenitud
la libertad de conducirme por un nuevo camino,
cargado de flores y fragancias.
Rozo la hierba ante los descubrimientos,
hallando los fantasmas, que ebrios,
se meten en mí,
dejándome muda y con temblor.
Pensar que el día pasa,
es ya un motivo de escape.
Al fondo, o más allá.
Busco donde nada encuentro.
Trato, intento.
Subo el pedestal donde me impregno de miel.
Mezo la experiencia de soñar.