SENTIRES

Autor:    Enrique Arroyo Villegas

Enrique Arroyo Villegas


PAPELES DE MALLORCA - MI CASA


 

El marés con el que fue construida mi casa no es otra cosa que una piedra caliza que se formó en el cuaternario dentro del mar; compuesto de arenas y fósiles —aunque es difícil encontrarlos en su interior—, que se fueron uniendo en una plataforma que salió a la superficie cuando Dios retiró las aguas, o algún ser marino se dedicó a ello.

 

Es tan suave, este marés, que se corta con serrucho. Es de diversos colores oro.

 

Y el Mediterráneo vivió así, cada lugar con sus piedras y sus canteras.

 

Conozco artistas que hablan con el marés; dicen que es una piedra viva, que protege de la humedad y la temperatura en diferentes estaciones.

 

A veces frío, a veces caliente, el marés; por eso cuando acaricio los portales internos de mi casa sé que ahí queda plasmada mi huella, y el calor o el frío de mi mano.

 

Busco el sentido de mi convivencia con el marés; y me doy cuenta de que mis manos están pasando por las mil hazañas de Ulises, por las cuevas de Tritón, por las caricias de las sirenas.

 

Y en esa piedra reconozco los miles de años de mi vida en el Universo.

 

Me imagino que más de una vez os habéis parado a acariciar la madera vieja de una mesa frailera, o el mango de una azada o hacha; son pedazos de naturaleza viva, lejos de los materiales nuevos, del plástico, del acero. Si no lo habéis hecho, probadlo, la madera donde depositaron sus platos viejos monjes os contará historias; solo tenéis que aprender a escucharlas.

 

Decía Rabindranath Tagore que el hacha le pidió al árbol el mango, y el árbol se la dio; se reconocen entre ellos.

 

Gracias al mar —que permitió que en su lecho se depositasen los fósiles de animales vivos—, el hombre moderno pudo con el marés levantar casas y catedrales para dar las gracias a su Dios conocido.

 

Le doy las gracias, humildemente, a los maestros albañiles que erigieron esta casa donde vivo, rodeándola de arenas doradas, de los misterios antiguos donde el hombre todavía no conocía al hombre. Y lo hago cada día, como si de un ritual se tratase, con los buenos días y las buenas noches, propias de la relación entre amigos.

 
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