SENTIRES

Autor:    Julio Castillo Gómez

Julio Castillo Gómez


Puerto Alegre


 

En algún paraje del Caribe colombiano, donde las músicas y los sueños se cruzan, un llamado al goce ocurre, un pregón de millo y llamador, un diálogo entre la caña y el cuero, añoranzas mestizas, América íntima y África rebelde unidas por la cumbia. En la plaza, punto natural para el compartir, gentes venidas de diferentes puntos del puerto, se reúnen atraídos por la curiosidad y la certidumbre de que el acontecimiento que allí se va a desarrollar, será la puerta de salida a sus rutinarias vidas.

 

Los músicos calientan, miran al público tímidamente, cuando su director, en un gesto liberador, desencadena una avalancha polifónica que atropella al silencio; la alegría se toma cada rincón, los sonidos del fandango reinan.

 

Como en el fuego, la luz y el calor, las armonías visual y auditiva se fusionan al arribar las fandangueras adornadas de sus sonrisas de colores e icacos en el cabello; las miradas son raptadas por aquellas y los oídos atraídos simultáneamente por una melodía calmada, contrastante, rememorando un gran baile de salón.

 

Súbitamente, la magia ocurre, las parejas se entrelazan y son conducidas en un círculo infinito de luz y coqueteo, almas en rueda que flotan sobre el vaivén cadencioso de la tradición.

 

Ha transcurrido la noche y su manto oscuro comienza a perforarse de luz; el fin comienza, todos lo saben, hay que retirarse, no sin antes dejar el último aliento. Los latidos se aceleran como el repicar de un alegre en la puya; la euforia está en su punto más alto y con ella la música; el alba y la despedida, inseparables.

 

Extenuados, extasiados, los porteños retornan, uno a uno, a su morada a esperar un nuevo pregón.

 
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