LÁMPARA
Con notable agitación emergía de la gruta, arriba me esperaba la espuma de un mar no menos agitado donde la noche se desplegaba como un paño de diamantes. El corazón latía con fuerza aprovechando los últimos segundos de oxígeno que todavía quedaban en mi tanque. En algún lugar de ese inmenso oleaje estaba la lancha, sola, sin prisa, meciéndose como una hoja seca, inerte, abandonada al arbitrio del oleaje. Sabía que por la profundidad no estaría anclada y que el negro Byron estaría inquieto esperando ver la luz de la lámpara para recogerme. Al fin salgo a flote. La superficie del mar, la noche, las estrellas, la soledad infinita… Por unos segundos, que pudieron ser siglos, vacilo en encender la lámpara. El dedo, el vértigo, la incertidumbre y el miedo son uno solo. Finalmente me decido, el dedo se acerca lentamente al interruptor y recuerdo la aporía de Aquiles y la tortuga.
Zenón acurrucado en una nube sonríe a sabiendas de que el dedo nunca podrá alcanzar el interruptor...