LA POESÍA DE FABIO POLANCO
La poesía es un mar inmenso cargado de sueños hechizados por el lenguaje, por la música de sentidos, es la experiencia verbal del hombre, su diálogo con el cosmos. La poesía de Fabio Polanco es un viaje hacia la esperanza, hacia el verdadero sentido de la vida. Está hecho de una voz enardecida que lo ayuda a atravesar los abismos, las encrucijadas. Su soledad está embrujada por las palabras, por la magia de un lenguaje que ha merecido más de una canción, un tango, una guabina, un bambuco. Además canta, declama, recita. Es conmovedor su talante frente a las letras, su manera de llegar al destino de cada palabra, su innata capacidad para seducir las silabas y moverlas hacia un desbordante sentimiento. Son muchos los caminos de las artes, son innumerables los afanes por encontrar nuestra propia voz, y sé que Fabio Polanco anda tras de sí mismo buscando cimentar esa extraña metáfora del mundo que son sus ideas plasmadas en verso de manera cotidiana. Su lúdica creativa va desde los textos autobiográficos hasta los temas políticos que tanto lo inquietan. Esa versatilidad forma parte de un talento innato, más allá de las escuelas literarias y de la erudición de los académicos. Estamos frente a un fenómeno de las letras colombianas. Y al igual que García Márquez, como buen provinciano, Fabio Polanco ha sido un guerrero incansable de muchas batallas, un exacerbado sobreviviente de esta sociedad que cada vez necesita más lectores. Está hechizado por la música desde niño, y ha realizado más de un sueño con la música colombiana. Es poeta, músico y ahora ha incursionado en la prosa con una bella novela, La quimera del cautivo. Su mundo cargado de instintos, de presagios, de anécdotas, se ha ido hilvanando lentamente a un lenguaje muy particular, que ha ido enriqueciendo con el paso de las estaciones.
Estoy inmensamente solo
leyendo y releyendo
el libro de mi edad.
En esas páginas
que parecen lápidas
hay inscripciones en memoria
de un sin número de fracasos
y uno que otro acierto.
Grabados que devuelven a la mente
el recuerdo de un sin número de espinas
y un puñado de lánguidas rosas.
Su poesía está hecha de soledad, de una sincera relación con el lenguaje, y en cuyos matices va rodando casi siempre su intensa biografía, sus largos viajes hacia su propio destino, marcados por ese acento del campo y sus paisajes, los paisajes de su infancia y el personaje que más recuerda es la tristeza, y esta se ha convertido para él en toda una educación sentimental. Siento que de ese largo peregrinaje, la poesía es lo único que lo salvará a la hora de los inventarios. Será su guarida, su casa, su tesoro que brillará en el sueño. El libro de su edad es el libro de peregrino, ese que como un judío errante no descansa en la orilla, su camino es infinito, cargado de sorpresa, de muchas aventuras, como en las novelas medievales.
Su vida es la aventura del poema, su errancia, su verdadero trasegar por este y otros mundos, el inenarrable esplendor que lo habita es casi una enfermedad de su talento, y sé que esto lo salva de las vicisitudes, de los problemas, y hasta podría decir que la palabra de Fabio Polanco está ligada a su destino irremediablemente.
No se podría clasificar su trabajo poético dentro del panorama de la poesía colombiana moderna, pues sus letras vienen de esa vieja tradición de trovadores que recorrían los valles y los páramos del Tolima, sus bosques y su niebla cadenciosa, y que fueron desplazados por la violencia hacia la gran ciudad. Es la poesía arrancada al paisaje perdido, al paraíso perdido, y que da testimonio de un pasado irrevocable y poderoso, la poesía del tiempo perdido, la poesía que encierra todos los tesoros enterrados en la memoria, esa es la tristeza que brilla en los sus textos y que cae como aguacero sobre toda su obra.
Amanece. El cielo baja redondo hasta las aguas, hiere los sentidos de la piedra, relumbra en las huellas nocturnas que deja el animal amarillo. Fabio Polanco merodeó por las orillas del papel, corrige sus miedos, las pesadillas de la noche. Margarita Yourcenar, la escritora y poeta belga que escribiera Memorias de Adriano, decía que la noche es ese lugar donde vuelve a ser posible todo el universo. En Fabio confluyen varios universos personales como varios ríos. Su relación con la naturaleza, con los matices de sus bosques de asombro y sus aguas, es firmemente dimensionada en su mente, pues su mente es una llanura exacta, una enmarañada tarde de verano junto a la laguna, un recitar de cascadas fosforeciendo sobre la memoria de sus mayores, su madre y sus parientes lejanos. Por eso yo deambulo ahora por su casa, con un carbón en la mano, para dejar uno de mis poemas dedicados a él en sus paredes:
ESCULTURA DEL POETA
A Fabio Polanco
El sueño de la piedra, su letra de granito,
baja lentamente
por la arquitectura de la noche:
yo leo en sus labios, hecho de las edades,
detrás de las murallas, leo el epitafio
que ilumina la linterna de los bosques.
FERNANDO DENIS