SENTIRES

Autor:   Henry Andrés Ballesteros Leal

Henry Andrés Ballesteros Leal


LA MÁQUINA


Antonio respira profundo la tranquilidad del parque, de sus años, del presente. Se sirve un café del termito que con amor le preparó su amada Sofía.


El árbol de mango da una sombra deliciosa.


Pasa un bus. Vienen a su mente todos los años que estuvo conduciendo buses. Sofía, que todos los días se levantaba a las 4 de la mañana a hacerle el desayuno, y luego lo disfrutaban juntos en las frescas madrugadas. A las 6 en punto, ya estaba sentado al volante. En sus inicios llevaba un radio transistor, donde sintonizaba noticias, que lo mantenían bien informado —fundamental, para las buenas tertulias que sostenía con sus amigos el domingo de descanso, mientras gozaban unas espectaculares cervezas—, y claro, los programas de salsa, que tanto lo animaban. Luego vino el pasacintas con cassette, el cd, y la USB… Y se bajó del bus para descansar, para compartir más con Sofía, y sus hijos, y sus nietos…


—Anda, que raro ver el bus pasando sin conductor.


Cierra los ojos, y recuerda cuando se molestaban con sus amigos conductores, especialmente, Chucho Martínez, con el que se ponían de acuerdo siempre para tomar café a las 10 de la mañana; y a esa hora casi siempre el tema era el fútbol.


—Papi, despierta. Vamos, que ya va a comenzar el partido de Pipe.


—Ercole, sí, ya van a ser las 5, se me ha pasado la tarde volando.


—Claro, si estabas dormido —le dice Juan Pablo de manera jocosa a su papá.


—No ‘ombe, sólo pensaba.


—¿Y eso?


—Las viejas y buenas épocas del bus. Y míralos… ahora, ya no existimos.


—Claro que sí, si no fuera por el bus no estaríamos aquí. Ajá, esa es la vida.


—¡Papi, abuelo, pilas, el partido! —les grita el pequeño Pipe desde el carro.


—Tienes razón, mijo. Y fue luchado.


—Papi, te mereces lo mejor.


Antonio mira con alegría a su hijo que observa con emoción el partido de Pipe, y piensa: “Cuándo iba yo a poder acompañar a Juan Pablo a un partido un miércoles en la tarde, si estaba tirando timón como loco”.


—Mijo, no entiendo bien tu trabajo, las tecnologías que trabajas, ¡pero chévere!


—¡Golazooo! —celebran abuelo, papá, mientras desde la cancha les dedican el gol.


 
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