LAS CADENAS
Respiración agitada. Hierve la sangre.
La bayoneta en el cuello del realista.
Pedro, lo mira con rabia. El realista flaquea, su mirada se hace frágil, asustada.
Los gritos se hacen menos.
Sopla una brisa helada. Se oye el correr de las aguas.
Los rostros cansados. La sangre en los rostros.
Bajan las armas, los realistas.
Los republicanos se miran felices. Gritos de júbilo. Gritos y gritos. Abrazos y abrazos.
La bayoneta de Pedro aprisiona el cuello del realista; siente el dolor por sus compañeros caídos en batalla, por los asesinados en su pueblo. Le da rabia que el realista sea de su misma sangre; no entiende porqué tomó como su bandera la opresión.
—Eres un vendido —le dice Pedro con voz furiosa.
Los ojos aguados del realista.
—Perdón —cierra los ojos el realista.
Pedro, mira al cielo, piensa en sus hijos y su señora que lo esperan, sus padres; el deseo de volver a sus campos, a la siembra.
Emocionado hasta la parálisis, Pedro, al ver que se acerca el Gran General, que lo mira con esa mirada que tiene todas las fuerzas. Con su mano gigante, Bolívar, le da dos palmadas en el hombro a Pedro, y sigue con su paso firme y resuelto.
En el puente hondea la bandera.
—Levántate —le dice Pedro al realista, que tiembla.
Pedro le extiende su mano, al hombre.
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